Hoy el naufragio va de un viejo canalla, Loquillo.
Hay que ser realmente bueno en la música para seguir viviendo de ella treinta años después, a no ser que seas Ramoncín y la SGAE venga a ¿regalarte? el pan, claro. Y Loquillo lo es.
Simboliza un estilo de vida ya en desuso, pero realmente pasional, viven la vida a su manera, sea o no la mejor, creen en ello, y no consienten que nadie les diga cómo vivirla.
Hoy leía en el blog de una amiga que disfruta el escuchar canciones de su infancia y que le recuerdan o le dicen algo, y tiene toda la razón. Yo recuerdo esta canción porque mi primo tenía el doble vinilo de aquel ¡A por ellos que son pocos y cobardes!, y me dedicaba a levantar la aguja y ponerla de nuevo en la canción para volver a escucharla (qué gran invento eso del "repeat").
Es la canción perfecta para poner en el coche a todo volumen y cantar con tu acompañante a "grito pelao".
Yo la sentaba en mi regazo,
enloquecía sólo a su contacto.
La he conservado en la memoria.
Tal como estaba.
Siempre a mi lado.
Nunca me juró su amor
lo creía eterno yo.
Y ella me sonreía y
miraba hacia el mar.
Me emborrachaba entre sus brazos
ella nunca bebía, ni la vi llorando,
yo hubiera muerto por su risa.
Hubiera sido su feliz esclavo.
Qué dolor sucio y traidor
me envenena el corazón.
Sé que ella nunca enloqueció.
Jamás perdió el control.
Quiero verla bailar entre los muertos,
la cintura morena que me volvió loco,
llevo un velo de sangre en la mirada,
y un deseo en el alma,
que jamás la encuentre.
Sólo quiero que una vez
algo la haga conmover.
Que no la encuentre jamás
o sé que la mataré.
Por favor sólo quiero matarla.
A punta de navaja
Besándola una vez más.